Les comparto un poco mas de los fragmentos de reflexion, ojala les sirva, y guste
En africa vi la misma pobreza que hay acá a unos metros, en buenos aires, en el chaco, o en mi ciudad Bariloche. Donde no tienen para comprar medicina, ni comida, ni mucho menos prendas para vestir. Estaban con una remera, que se notaba que era de donación toda sucia, rota que usaban día tras día porque no tenían otra. Sin ropa interior para cubrir sus partes intimas, que se estaban infectando de los hongos y bacterias que se encuentran en los ríos donde se bañan. Las enfermedades se agravan, a raíz de que el blanco usurpa y destroza sus tierras para extraer los recursos. Ya no pueden cazar, pescar o cultivar como antes, entonces sus cuerpos no tienen las defensas que antes tenían.
Pero en los rituales donde me sentaba con todas las mujeres cantando para proteger y pedir por una buena vida a los niños recién nacidos de la tribu, se sentía esa fuerza en sus voces, esa unión en el sufrimiento, pero también el amor. Los niños pasaban en brazos de una a otra, sin importar quien era la madre de sangre.. todas eran madres, todas éramos madres, hayamos parido o no. Se sostenían cantando toda la noche para pedir a los espiritus la protección de esos niños. Rei, con ellas, cante con ellas, llore con ellas, me mire en silencio con ellas. No importaba ya que mi piel fuera otra o que mi vestimenta fuera otra. Había algo mas profundo que me unía, algo que solo nuestra alma sabia que estaba ahí.
Muchas veces desearía hacer esos pases mágicos que me enseñaron y borrar todo el dolor que hay en las almas que se me acercan a una sesión. Pero yo no soy dios, ni una iluminada. Soy esta mujer terrenal, sufriente, alegre que se sostiene como con esas mujeres en Africa. Que necesito y deseo ser fuerte y pedir la fuerza desde el mas allá para sostener en esas sesiones que son como la noche africana, al son del tambor, de mi maraca, sintiéndome como si estuviera allá, tomando esa fuerza, que solo la unión de las almas tiene.
Muy pocos o casi nadie entiende lo que siento en cada proceso, con cada persona. Yo sano y vos sanas. Porque cada uno me ayuda a sanar a mi también un poco del dolor de mi alma. A veces siento sus dolores como propios y se me hace un suplicio, sostener las lagrimas para que la otra persona pueda encontrar un poco de alivio entre tanta tormenta.
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